SEGUNDA TEMPORADA


SEXTO CAPÍTULO


Pedro Marieluz, el 23 de septiembre de 1825.
“Mi general, me pide un imposible, porque jamás sacrificaré la salvación de mi alma revelando el secreto del penitente, aun cuando me lo impusiese el Rey.”

Hola. Te saluda Luis Enrique Cam

En el Perú, la guerra por la independencia puede ser comparada a una guerra civil y, como en toda guerra, hubo héroes y villanos en ambos bandos.

Amistades, familias e instituciones se encontraron divididas por idearios políticos opuestos: continuar con el virreinato o lograr la independencia de la corona española.

Dentro del clero y los conventos también hubo división de opiniones. Algunos sacerdotes y religiosas se unieron a la causa patriota, otros prefirieron la lealtad al rey de España.

Uno de los religiosos que apoyó, por convicción, continuar con el régimen virreinal en el Perú fue Pedro Marieluz Garcés.

PÁRROCO: - Hoy, dos de mayo de 1780, yo, el cura párroco de esta iglesia de Santa Ana de Tarma declaro que he bautizado con el agua y el santo crisma al niño Pedro, nacido hace tres meses, hijo de Evaristo Marieluz y Manuela Garcés, ambos españoles…

A los 16, Pedro Marieluz se presentó como aspirante a novicio en el convento de la Buena Muerte de Lima.

PADRE SUPERIOR: - Aspirante Marieluz, para tener certeza de su vocación religiosa a este convento, cuénteme, ¿qué sabe de nosotros?

PEDRO: - Padre superior, San Camilo de Lelis fundó esta orden en el siglo XVI con el fin de cuidar a los pobres, enfermos y moribundos. En el pecho del hábito negro se lleva una cruz roja que recuerda que esta labor se hace por amor a Cristo.

PADRE SUPERIOR: - Muy bien aspirante Marieluz, y por eso nos llaman los crucíferos. ¿Está usted decidido a seguir nuestra misión y nuestra regla?

PEDRO: - Sí padre superior. Quiero entregar mi vida al servicio de las almas necesitadas.

PADRE SUPERIOR: - Entonces, si esa es su voluntad lo aceptamos como novicio. Así, Pedro Marieluz vivió dos años de prueba en el convento de los padres camilos.

PADRE SUPERIOR: - Pase, novicio Marieluz.

PEDRO: - Buenos días padre.

PADRE SUPERIOR: - Tome asiento.

PEDRO: - Gracias padre.

PADRE SUPERIOR: - Después de este periodo de discernimiento en nuestro convento, los padres formadores han votado para que usted NO prosiga en la vida religiosa.

PEDRO: - ¡Padre! ¿Qué está diciendo vuestra merced? Yo he demostrado mi buena voluntad de vestir el hábito religioso hasta la muerte.

PADRE SUPERIOR: - No lo dudo novicio Marieluz. Pero su intención para profesar no es suficiente. Es necesaria la opinión de los formadores.

PEDRO: - ¿Cuál sería el motivo de mi rechazo?

PADRE SUPERIOR: - Los que han votado en contra de su aceptación manifiestan que usted ha realizado “quejas” de cómo se llevan algunas normas de nuestra orden.

PEDRO: - Eso es verdad. Pero siempre por el conducto reglamentario, padre superior. Nunca he murmurado ni he faltado a la obediencia.

PADRE SUPERIOR: Le creo novicio Marieluz. De hecho, usted ha sido reprobado tan solo por un voto. Lo siento, pero esa son nuestras reglas. Tendrá que retirarse del convento.

PEDRO: - Padre superior, con todo respeto. Le pido por Santa Rosa de Lima que reconsideren su decisión.

PADRE SUPERIOR: - Marieluz, veo que usted tiene temperamento y carácter firme para defender lo que considera justo. Sugeriré volver a estudiar su caso.

Después de una segunda consideración, Pedro Marieluz fue admitido a la profesión de votos quedándose en el convento de la Buena Muerte. Recibió el sacramento del orden sacerdotal a los 26 años de edad en la iglesia de San Agustín del centro de Lima. Luego pasó a vivir a la Comunidad de Santa Liberata en el Rímac.

FRAY JULIÁN: - Padre Marieluz, usted se levanta antes que canten los gallos. Déjeme ayudarlo.

PEDRO: - “Barrigas vacías no tienen alegría” hermano Julián. El hambre de los pobres no puede esperar.

FRAY JULIÁN: - Pero si no descansa se nos va a enfermar padre Pedro.

PEDRO: - Mi salud poco vale en comparación de todos los menesterosos que están afuera de la iglesia.

FRAY JULIÁN: - La fila llega hasta la alameda de los Descalzos. Ya están listas las canastas.

PEDRO: - Vamos, ayúdame.

MULER: - ¡Padre Pedro buenos días!

PEDRO: - Aquí tienes buena mujer.

MUJER: - Que Dios lo bendiga, padre Pedro.

PEDRO: - Aquí tienen hermanos, un poco de pan para ustedes y sus familias.

VARÓN: - Gracias Padre Pedro.

VARÓN 1: - Este cura es un santo.

Durante la guerra independentista, el Padre Marieluz, fue nombrado por el virrey La Serna como capellán castrense en el batallón “Gerona”.

PEDRO: - Hijo, estás gravemente herido. Déjame ayudarte.

SOLDADO: - Padre, deme la absolución.

PEDRO: - Ego te absolvo, in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sanctus.

SOLDADO: - Amen.

En su labor pastoral en el barrio de San Lázaro, el P. Marieluz fue el confesor de la madre de José Olaya, el valiente pescador chorrillano que era el enlace de los patriotas entre Lima y el Callao.

MADRE DE OLAYA: - Padre Marieluz, me preocupa mi hijo José. Su vida corre peligro si no consigue salir de la ciudad. Ayúdeme por favor.

PEDRO: - No te angusties mujer. Buscaré cómo ayudar al buen José.

El Padre Marieluz consiguió un puesto de tripulante para José Olaya en la goleta “Jesús María”, de propiedad de la comunidad de los Camilos. Pero esta oferta fue rechazada por el propio Olaya que no deseaba dejar la capital. Poco tiempo después, Olaya fue capturado y fusilado por orden del brigadier español José Ramón Rodil. Olaya nunca delató a ningún patriota.

Luego de la victoria de Ayacucho por las fuerzas patriotas, Rodil abandonó Lima y se refugió, junto con las tropas realistas, en la fortaleza del Real Felipe del Callao esperando que llegaran refuerzos españoles desde el mar.

Durante el estado de sitio, el Padre Marieluz cumplió fielmente su deber de sacerdote prestando ayuda espiritual a los desmoralizados habitantes del último bastión realista.

Un día, Rodil, obsesionado de que sería traicionado, recibió la denuncia de una inminente conspiración y decidió el arresto de trece ocupantes del Fuerte.

Torturados para que revelen los planes del posible motín, los prisioneros no soltaron prenda. Entonces, el despiadado Rodil los mandó a fusilar a las 9 de la noche.

RODIL: - Padre Marieluz, vaya a confesar a los insurrectos antes de que sean ejecutados.

PEDRO: - General Rodil, tenga misericordia de estos pobres hombres.

RODIL: - Padre Marieluz no le he pedido su opinión. Limítese a cumplir la orden.

A pesar del feroz castigo, Rodil no estuvo tranquilo. Pensó que durante la confesión sacramental los conspiradores habrían revelado los planes y demás cómplices…

PEDRO: - Ave María purísima.

PRESO: - Sin pecado concebida.

PEDRO: - Confiesa hijo tus pecados…

Una vez terminadas las confesiones, Rodil mandó a llamar al Padre Pedro Marieluz.

RODIL: - Adelante

PEDRO: - General Rodil.

RODIL: - Padre Marieluz: en nombre de su majestad el rey Fernando, le intimo a que revele todo nombre y detalle del frustrado motín.

PEDRO: - ¿Cómo podría saber aquello mi General?

RODIL: - Por lo que ha escuchado vuestra merced en la confesión de los traidores.

PEDRO: - “Mi general, me pide un imposible, porque jamás sacrificaré la salvación de mi alma revelando el secreto del penitente, aun cuando me lo impusiese el Rey, a quien Dios guarde.”

Rodil, llenó de ira, tomó del brazo al padre Marieluz…

RODIL: - “¡Fraile! O me lo dices todo o te fusilo”.

PEDRO: - “Si Olaya murió heroicamente, no estando obligado al sigilo sacramental como se halla el sacerdote, ¿cómo es posible que revele yo el secreto de confesión, que traicione el sagrado ministerio? ¡Eso nunca!”

RODIL: - Entonces, vuestra merced lo ha querido así. Acompañará en el suplicio a los condenados esta misma noche. Era el 23 de septiembre de 1825.

En la sacristía de la iglesia Conventual de Santa María de la Buena Muerte en Barrios Altos se puede apreciar una pintura del del martirio de Pedro Marieluz. Sentado en el ataúd que portaría sus restos mortales con los brazos en cruz, frente al piquete de verdugos que le dan muerte. En el fondo, el castillo del Real Felipe con el pendón español.

Pedro Mariluz, ejemplo de los novicios de San Camilo, a quien Ricardo Palma le dedicara una de sus populares Tradiciones, no ha sido reconocido oficialmente por la Iglesia Católica como mártir del sigilo sacramental.

Soy Luis Enrique Cam y esto fue Dicho en el Perú. Encuentra más episodios en www.dichoenelperu.pe o síguenos en nuestros canales de SPOTIFY y Youtube.

“Mi general, me pide un imposible, porque jamás sacrificaré la salvación de mi alma revelando el secreto del penitente, aun cuando me lo impusiese el Rey.”

Fuente bibliográfica:

El mártir pescador José Silverio Olaya y los pupilos del Real Felipe (1945). Luis Antonio Eguiguren Escudero. Imprenta Torres Aguirre. Lima.

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