TERCERA TEMPORADA


SEGUNDO CAPÍTULO


Ricardo Palma, el 18 de enero de 1878
“Mis tradiciones, más que mías, son de ese cronista que se llama pueblo.”

Hola. Te saluda Luis Enrique Cam

Manuel Ricardo Palma Soriano nació el 7 de febrero de 1833 en una casa del jirón Ayacucho del centro de Lima.

Su infancia transcurrió durante los tumultuosos primeros años de la República. Gracias a su monumental obra “Tradiciones peruanas”, exquisita selección de relatos breves, los peruanos hemos aprendido a querer y valorar nuestro pasado y sus costumbres.

Las célebres “Tradiciones” de Ricardo Palma, escritas durante varias etapas de su vida, constituyen un pilar fundamental de la literatura peruana. De pluma ágil, amena, satírica y no pocas veces mordaz; era al mismo tiempo bien documentada.

PALMA: - “Nunca he aspirado a pasar por original en la creación de un argumento. Esa cualidad de la fantasía conviene al novelista; pero no a quien, como yo, vive en el enmarañado campo de la historia.”

Ricardo Palma supo trasmitir los decires y refranes del pueblo, así como hechos épicos y vergonzosos de nuestra historia.

PALMA: - “Mis tradiciones, más que mías, son de ese cronista que se llama pueblo, auxiliándome, y no poco, con los datos y noticias que en pergaminos viejos encuentro consignados. Mía es, sin duda, la tela que las viste; pero no el hecho fundamental. Yo no invento, copio. Soy un pintor que restaura y da colorido a cuadros del pasado”

Ricardo Palma empezó a publicar sus más de cuatrocientas Tradiciones como artículos en periódicos y revistas.

En la célebre tradición “Con días y ollas venceremos”, Ricardo Palma hace un recorrido con las horas y personajes que ofrecían sus mercancías cantando y gritando por las calles. Era la Lima de los pregones.

PALMA: - “Lima ha ganado en civilización, pero se ha despoetizado y día por día pierde todo lo que de original y típico hubo en sus costumbres. (…) Juzgue el lector por el siguiente cuadrito de cómo se distribuían las horas en mi barrio, allá cuando yo andaba haciendo “novillos”, que significa faltar a clases de la escuela, para pasear por huertas y murallas y muy distante de escribir tradiciones o fingir de poeta, que es otra forma de matar el tiempo…”

La lechera indicaba las seis de la mañana.

La tisanera y la chichera daban su pregón a las siete en punto.

El bizcochero designaba las ocho, ni un minuto más ni minuto menos.

La vendedora de zanguito de ñajú y choncholíes marcaba las nueve.

La tamalera era anuncio de las diez.

A las once pasaban la melonera y la mulata de convento vendiendo ranfañote, cocada, bocado de rey, chancaquitas de cancha y de maní, y frejoles colados.

A las doce aparecían el frutero de canasta llena y el proveedor de empanaditas de picadillo.

La una era indefectiblemente señalada por el vendedor de ante con ante, la arrocera y el alfajorero.

A las dos de la tarde la picaronera, el humitero y el de la rica causa de Trujillo atronaban con sus pregones.

A las tres el melcochero, la turronera, el anticuchero clamoreaban con puntualidad.

A las cuatro gritaban la picantera y el de la piñita de nuez.

A las cinco chillaban el jazminero, el de las caramanducas y el vendedor de flores de trapo, que gritaba: ¡jardín, jardín! ¿Muchacha, no hueles?

A las seis canturreaban el raicero y el galletero.

A las siete de la noche pregonaban el caramelero, la mazamorrera y la champucera.

A las ocho el heladero y el barquillero.

Aun a las nueve de la noche, el animero o sacristán de la parroquia salía con capa colorada y farolito en mano pidiendo para las ánimas benditas del purgatorio. Este prójimo era el terror de los niños rebeldes para acostarse.

Después de esa hora era el sereno del barrio quien reemplazaba a los relojes ambulantes, cantando entre piteo y piteo: ¡Ave María, Purísima! ¡Las diez han dado! ¡Viva el Perú, y sereno! Que eso sí, para los serenos de Lima, por mucho que el tiempo esté nublado o lluvioso, la consigna era declararlo ¡sereno! Y de sesenta en sesenta minutos se repetía el cántico hasta el amanecer.

El legado literario de Ricardo Palma no se limitó a las tradiciones, sino que abarcó casi todos los géneros: poesía, crónica periodística, dramaturgia, ensayo histórico.

Pero su vida no solo estuvo abocada a la creación literaria, sino que tomó parte activa, muy activa, de la vida política y desavenencias nacionales. Una vida de novela.

Con estudios en el Convictorio de San Carlos se incorporó a los veinte años en la sección administrativa de la Armada Peruana llegando a ascender a oficial segundo en 1859.

Junto a un grupo de civiles y militares de tendencia liberal, participó en el asalto a la casa del Mariscal Castilla en noviembre 1860.

- ¡Depongamos al tirano que se zurra en la Constitución!

- ¡¡Al asalto!!

Fracasado el golpe Ricardo Palma fue desterrado a Valparaíso donde llevó una activa vida literaria. Después de tres años se le concedió la amnistía y vuelve al Perú para publicar Los Anales de la Inquisición de Lima.

Viajó a Europa donde visitó Roma, Londres y París. En la Ciudad Luz publica su poemario “Armonías” y “Lira Americana. Colección de poesías de los mejores poetas del Perú, Chile y Bolivia”

Cuando se declaró el conflicto con España, Palma fue comisario destacado en la oficina de telégrafo en el Callao y participó en el Combate del 2 de mayo contra la escuadra española.

Fue secretario particular del presidente José Balta y senador por el departamento de Loreto.

Acudió al llamado de la Patria en la defensa de Lima contra las tropas de ocupación chilena en enero de 1881.

No perdió la vida en los incendios de Chorrillos y Miraflores, pero sí sus memorias sobre el gobierno de José Balta y el preciado manuscrito de su novela “Los Marañones”, dedicado a las exploraciones amazónicas del conquistador Lope de Aguirre

Iglesias: - Don Ricardo Palma, después de la catástrofe de la guerra, le pido reorganizar nuestra expoliada Biblioteca Nacional.

Palma: - Tendremos que rehacer todo desde cero, el saqueo de los chilenos no respetó la cultura, presidente Iglesias.

Iglesias: - Usted es la persona más indicada para este desafío. Un país sin biblioteca es un país sin alma, don Ricardo.

Merced a sus innumerables contactos con intelectuales de América y Europa recibió más de 35 mil volúmenes en donación para la biblioteca que reabrió el 28 de julio de 1884.

El “bibliotecario mendigo”, como se le conoció, cumplió en corto tiempo con esta hazaña que infundió coraje en la aciaga labor de reconstruir el país de la posguerra.

En 1887 fue presidente fundador de la Academia Peruana de la Lengua.

En la cúspide de su producción intelectual publicó en 1896 el libro “Neologismos y americanismos” ampliamente comentado en Hispanoamérica y del que la Real Academia de la Lengua Española incorporó más de 150 nuevas voces americanistas.

Murió el 6 de octubre de 1919 en su casa de Miraflores. Recibió honras fúnebres de ministro de Estado y grandes manifestaciones del cariño del pueblo.

El Perú tiene una deuda enorme con la labor erudita y de gestión cultural que realizó don Ricardo Palma. Patriota e intelectual, fue un defensor de la peruanidad. Difundir su obra es una tarea obligatoria.

Soy Luis Enrique Cam y esto fue Dicho en el Perú. Escucha otros episodios en www.dichoenelperu.pe o síguenos en nuestros canales de Spotify o de Youtube.

“Mis tradiciones, más que mías, son de ese cronista que se llama pueblo”


FIN


Guion y dirección

Luis Enrique Cam

Interpretaciones

Cristóbal Paz

Oswaldo Álvarez

Magaly Luque

Fuentes bibliográficas

Tradiciones Peruanas: Una antología de la emancipación.

Ricardo Palma. Editorial SM 2010.

Ricardo Palma, espíritu de lo peruano. Augusto Tamayo.

Argos Productos Editoriales 2019 .

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