OCTAVA TEMPORADA


CUARTO CAPÍTULO


SAN FRANCISCO SOLANO
“Siga sirviendo a nuestro Señor y verá la vida eterna”.

San Francisco Solano

Hola. Te saluda Luis Enrique Cam

La reforma protestante en el siglo XVI provocó una revolución en la Iglesia Católica en los modos de vivir la fe y el culto, así, el arte manifestó su mayor brillantez y magia al servicio de la contrarreforma. La pintura alcanzó un gran esplendor con la representación de la pasión de Cristo, los dogmas marianos y los santos. El perfeccionamiento de la música polifónica encendió en los fieles católicos la búsqueda por apreciar y preservar la belleza dentro del acto litúrgico. El recién fundado Virreinato del Perú sentiría también la llegada de estas nuevas formas de cristianización.

En medio de este nuevo clima de amor por el arte y la belleza, se escucharía el primer llanto de un insigne bebé: San Francisco Solano.

Nació en marzo de 1549 en Montilla, una pequeña ciudad en la provincia de Córdoba, en Andalucía. Montilla sería años después, la residencia del Inca Garcilaso de la Vega, quien en esta urbe empezaría a escribir los conocidos Comentarios Reales de los Incas.

Francisco Solano creció en un hogar de antigua hidalguía. Sus padres, don Mateo Sánchez Solano y doña Ana Jiménez eran gente principal y honrada, de linaje de los mejores de esta villa. Naturalmente, como buenos padres, deseaban que sus hijos mantuvieran su escala social y acrecentasen las riquezas familiares.

Amigo Carlos: - ¿Entonces no irás a Sevilla a estudiar medicina como desea vuestro padre?

Francisco: - No lo creo, querido Carlos. Deseo enriquecer mi espíritu más que mi hacienda. Y ahora los muchachos más piensan en eso cuando van a la escuela de Medicina…

Amigo Carlos: - ¡Deberíamos incorporarnos al ejército Francisco! No eres tan malo para el esgrima… “tocado”. En los Países Bajos se está iniciando una revolución y su majestad, don Felipe II, doble reverencia, anda reclutando valientes soldados…

Francisco: - Con el mayor respeto por la carrera de las armas pienso que hay otras formas de servir… “tocado”

Amigo Carlos: - No hay oficio más honorable que el de servir a nuestro Imperio Español, Francisco. Quien piense lo contrario le debe temer a la gloria de la batalla…

Francisco: - No es cobardía lo que siento… “tocado”… Solamente pienso que hay otros reinos por los que vale más la pena luchar…

Amigo Carlos: - Nuevamente tú y los temas clericales. ¿Acaso te piensas ir con los padres jesuitas del colegio?

Francisco: - Es cierto que son muy cercanos y los aprecio mucho… pero el llamado que oigo me conduce tras los pasos de San Francisco de Asís.

Amigo Carlos: - Francisco Solano el fraile franciscano. Tengo que admitir que suena bastante lógico. “¡Tocado!”

Es así como Francisco Solano, con 20 años, ingresó al convento de Montilla y al año siguiente hizo la profesión solemne. Y es que el estilo de vida franciscano, simple y austero, de mendicación y servicio, le permitieron acercarse a Jesucristo por medio de la penitencia, como demostró en el monasterio de Nuestra Señora de Loreto, al que fue trasladado en 1572.

Fray Santiago: - Francisco estudiaba teología y oraba con devoción cada día. La casa ofrecía cómodas celdas, pero él construyó una celdilla de cañas y barro con un agujero por ventana, en donde meditaba y leía. Además, cantaba muy hermoso, su timbre de voz era excelente, competía con las mismas aves, por lo que fue designado como vicario del coro y padre predicador.

En su búsqueda de recogimiento, se retiraba cada vez más lejos de la ciudad, aunque no era ermitaño, pues en una epidemia que azotó a la comunidad cercana de Montoro se dedicó a la curación y asistencia corporal y espiritual de los enfermos. Tiempo después fue enviado al monasterio de San Luis de la Zubia, en la reconquistada ciudad de Granada.

Fray Baltasar: - Fernando e Isabel liberaron Granada hace un siglo, querido Francisco. Gracias a ello, los cristianos de la Península podemos vivir nuestra religión libremente.

Francisco: - Sí padre, pero el norte de África está muy cerca, y los moros permanecen en sus viejos dominios. Permita vuestra merced ir donde ellos para revelarles la palabra de Cristo.

Fray Baltasar: - Buscas seguir los pasos de San Antonio de Padua, Francisco, suplicar a los superiores para ir a las tierras de los infieles para cristianizarlos... Temo que no puedo permitirlo.

Francisco: - ¿Por qué padre?

Fray Baltasar: - ¡Es muy peligroso en estos momentos Francisco! En los últimos meses cuatro navíos han sido hundidos sin poder siquiera acercarse a la costa.

Francisco: - Un intenso anhelo crece dentro mío, Fray Baltasar, permítame cumplirlo, siento que es un llamado de Dios.

Fray Baltasar: - Hmmm… eres persistente Francisco, pero ten en cuenta que no nos sobran misioneros y mi misión es cuidarlos... Te digo una confidencia, porque todavía no es público…

Francisco: - Soy todo oídos, padre…

Fray Baltazar: - He sido nombrado comisario de la provincia de Tucumán, en el Nuevo Mundo. Estoy pensando en miembros de la orden para iniciar nuestra misión allá, al otro lado del océano. ¿Me acompañas Francisco?

Francisco: - Fray Baltasar, por llevar la luz de Cristo a las almas le seguiré hasta las antípodas si fuera necesario.

En 1589 embarcó desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda rumbo a las Américas, en la misma flota que conducía al nuevo virrey del Perú, don García Hurtado de Mendoza.

Y el 7 de mayo de 1589, Francisco y sus hermanos arribaron a Cartagena de Indias y continuaron su camino hacia Panamá.

Fray Tomás: - Pero la travesía estuvo llena de complicaciones y pérdidas humanas. En Panamá, dos hermanos murieron por el clima y ambiente insalubre. Francisco tuvo suerte de no contagiarse y siguió el viaje hacia el puerto del Callao bajo el mando del capitán Francisco de Spínola.

Capitán Spínola: - Cuando pasamos frente a la isla de La Gorgona, que así la bautizó Francisco Pizarro por la inmensa cantidad de serpientes que ahí encontró, la nave chocó con un bajío y se partió por la mitad. Muchos murieron ahogados, algunos pudieron sobrevivir nadando hacia tierra firme y otros, como Solano, esperaron 3 días en la popa del barco que aún no había colapsado.

Fray Tomás: - Realmente el hermano Francisco fue nuevamente probado en sus virtudes y encontró en su naufragio una oportunidad para evangelizar. Predicó diariamente a los demás sobrevivientes para mantener viva la esperanza, calmó los miedos y ansiedades que produjo el naufragio.

Capitán Spínola: - Incluso salvó mi vida de un duelo a muerte contra otro tripulante, merced a una crisis de nervios. Francisco nos instó a desistir de tremendo despropósito, pero al comprobar nuestra obstinación se desnudó hasta la cintura y se arrodilló en medio de ambos con un crucifijo, azotando duramente su cuerpo. A mi contrincante y a mí nos afectó tanto su sufrimiento que nos reconciliamos para que se detenga.

Isabel: - Yo también recuerdo que pasamos Noche Buena en la isla, ya sin esperanzas de ser rescatados algún día, tristes y decaídos. De pronto apareció el padre Solano cantando unas coplas al niño Jesús recién nacido, pidiendo a todos que le diesen albricias con mucha alegría, porque ya venía el socorro.

Fray Tomás: - Así todos quedaron muy consolados y animados. Sabíamos que por medio de aquel santo padre nos había de venir el remedio.

Finalmente, en 1590, llegó el rescate a la isla de La Gorgona y Francisco Solano, junto con sus compañeros de infortunio, pudieron trasladarse al puerto de Paita. Desde allí, emprendió su camino hacia Tucumán, únicamente a pie, pues los frailes tenían prohibido cabalgar como señal de penitencia.

Francisco: - Crucé la cordillera de los Andes, por las provincias que el arzobispo Toribio de Mogrovejo no pudo recorrer. Primero pasé por Jauja, Huamanga y Cuzco, quedando impresionado por la sencillez y buena voluntad de los naturales, con la belleza de los paisajes y las ciudades construidas en piedra. Continué hacia el este por el camino del Collao, la antigua ruta de los tambos incaicos, hasta que llegué a La Paz, San Felipe de Austria y la villa del Cerro Rico de Potosí.

Fray Jerónimo: - Yo estuve presente cuando el padre Solano llegó a Potosí y fue sorprendido por la fiesta del Poverello. Nunca había visto a un padrecito tan alegre. Cantando y bailando juntamente delante de todos, con tanto espíritu y fervor que traía el rostro tan abrasado en el fuego del amor de Dios.

Francisco: - Tuve que seguir mi camino, así que avancé hasta Tupiza, y enrumbé hacia Jujuy y Salta. Finalmente, en noviembre de 1590, llegué a Santiago del Estero, cabeza del Tucumán. No solo tenía la misión de evangelizar a los indígenas de diversas etnias, sino de defenderlos del abuso de las autoridades españolas.

Por varios años estuvo Francisco entre Tucumán y Córdoba predicando y bautizando a un gran número de nativos, estudiando su propia lengua y apoyándose de su violín de dos cuerdas para evangelizar.

Doña Rosario: - El padre Francisco andaba con tanta alegría y devoción, como Sargento del cielo entre los nativos, salvándonos de los azotes y enseñándonos toda la noche sin descansar la palabra de Cristo.

Cuando la recolección de Nuestra Señora de los Ángeles fue fundada en Lima en 1601, fray Francisco Solano fue llamado para ocupar el cargo de guardián. El llamado convento de Los Descalzos era un lugar alejado del bullicio de la ciudad.

El convento estaba destinado a brindar un lugar de descanso corporal y espiritual a los frailes que realizaban largos viajes de misión por toda la costa, sierra y selva del Perú.

Sin embargo, cuando Francisco Solano llegó al convento se dio cuenta de que la población de Lima se había descaminado de la recta moral...

El 21 de diciembre de 1604, a la media tarde, el fraile marchó con santa ira hasta la plaza mayor…

Mujer: - Miren, ese curita está parado sobre una mesa en aquella esquina, ¿qué le pasa?

Señor: - ¿Ese no es acaso el padre Francisco Solano de los Descalzos?

Francisco: - ¡Limeños! ¡Oigan lo que he venido a decir! ¡La Ciudad de los Reyes no es más tierra de santos!

Señora: - Pobre padre parece que está mal de la azotea…

Francisco: - La oscuridad ha llegado a cubrirla en forma de pecado e hipocresía. ¡Las miserias que los afligen he venido a extirpar de sus almas, pues de otro modo es Dios quien los castigará!

Hombre: - ¡Yo no cambio, aunque me lo prediquen frailes descalzos!

Francisco: - La ruina ha llegado a Arica y Arequipa en forma de terremotos y pestes por el pecado de los hombres. ¡Arrepiéntanse y no lo veréis en Lima! “¡La tierra tiembla, los templos se quebrantan, y nosotros tan duros!”

Hombre: - Este curita nos va a arruinar el negocio…

Mujer: - ¡Callad hombre! ¡Este fraile habla con la autoridad que da Dios!

Francisco: - “Fustigo a los lujuriosos, a los avaros y a los soberbios. Acudan al sacramento de la confesión, porque Dios es amor y su perdón es paz y bien”

Hombre: - Tiene razón padre, hemos pecado contra Dios.

Mujer: - El Señor perdone nuestras faltas.

El discurso convirtió a los pobladores de la ciudad. Inmediatamente hombres y mujeres arrepentidos acudieron a los confesionarios, todos los templos tuvieron que abrir y el Santísimo Sacramento tuvo que ser expuesto.

Tal fue la conmoción que generó el santo que el entonces vice soberano, conde de Monterrey y el arzobispo Toribio de Mogrovejo, se vieron obligados a intervenir. Sin quererlo, la interpretación apocalíptica de las palabras de Francisco le devolvieron a la ciudad la virtud que había perdido.

Era evidente su maestría retórica para proclamar la palabra de Dios, pero también utilizaba un bello recurso: la música. El rabel era el instrumento con el que acompañaba la fuerza de sus palabras.

Manuel Segundo: - Con las dos cuerdas que tenía el Santo tocaba y cantaba canciones divinas, con tal melodía que suspendía a sus oyentes y él mismo se quedaba muchas veces suspenso a su armonía.

Fray Jaimito: - Así es. La música de Francisco glorificaba a Dios en cada nota y era capaz de encontrar la armonía universal entre el sonido del “rabelillo” y los demás elementos de la creación.

La música sacra lo acompañó hasta el final, cuando su voz palidecía y apenas podía hablar. A los que le visitaban les pedía que recitaran o entonaran cantos a María. Nunca se quejó y hasta al médico que lo visitaba le gastaba bromas y palabras apacibles.

Médico: - Buenos días, padre Francisco. ¿Cómo se encuentra esta mañana?

Francisco: - Como el Señor quiere, doctor.

Fray Juan Gómez: - Doctor, nuestro hermano no ha estado comiendo muy bien, un solo sorbo de caldo le empacha el estómago y siempre deja a la mitad mi higadillo de gallina, que vuestra merced da fe de que me sale delicioso.

Medico: - Padre, sabe que debe comer bien si lo que quiere es recuperar fuerzas y sanarse.

Francisco: - Ay, doctor… ¿no se da cuenta que Dios me quiere cerca de él? Si de esta enfermedad me tengo que morir, estoy determinado a hacerlo.

Francisco comulgó por última vez el 12 de julio, extremadamente débil, con mucha fiebre y fortísimos dolores de estómago. De repente, logró soltar una palabra.

Francisco: - Madre, ¿dónde está Nuestra Señora?

Padre Mendoza: - Está de fiesta y le espera vestida de Reina.

Al día siguiente Fray Antón se le acerca mientras dormía y le da un beso en la frente, sabiendo que el hombre postrado era un santo.

Fray Antón: - Hermano Francisco… ¿Se acordará de mí?

Francisco: - No lo dude hermano, no lo dude. Siga sirviendo a nuestro Señor y verá la vida eterna.

En la mañana del 14 de julio de 1610, una bandada de pajaritos entró cantando por la ventana de la habitación del Padre Francisco quien postrado exclamó su último deseo:

Francisco: “Que Dios sea glorificado”

A su entierro acudieron más de 5 mil personas, y la presencia del virrey marqués de Montesclaros y el arzobispo Lobo Guerrero da cuenta de la fama de su santidad en todo el Perú. En la iglesia, la guardia de alabarderos apenas podía contener a la multitud.

En 1629, Lima lo hizo su patrono y, dos años más tarde, lo siguieron Charcas, Panamá, Cartagena de Indias, San Felipe de Austria, la actual Oruro, Valverde de Ica, Cochabamba, Huamanga y Castrovirreyna. Con el pasar de los años más de una decena de ciudades y pueblos lo nombraron su protector, todo esto antes de que fuese beatificado por Clemente X, el 24 de enero de 1675, y canonizado por Benedicto XIII, el 27 de diciembre de 1726.

San Francisco Solano transformó, gracias a su prédica, su música y su alegría, la forma en que se vive la fe en el Perú y en Latinoamérica.

Soy Luis Enrique Cam y esto fue Dicho en el Perú. Escucha otros episodios en www.dichoenelperu.pe o en nuestros canales de Youtube y Spotify.

“Siga sirviendo a nuestro señor y verá la vida eterna”.


FIN

Dirección

Luis Enrique Cam

Guion

Luis Enrique Cam

Manuel Amat

Caracterizaciones

Magali Luque

Cristóbal Paz

Oswaldo Álvarez

Edición y musicalización

Cristóbal Paz

Fuentes bibliográficas

BENITO, J. (2009) Peruanos Ejemplares. Valores de los discípulos y misioneros: santos, beatos y siervos de Dios en el Perú. Paulinas, Lima.

BENITO, J. (2016) Los cinco Santos del Perú. Vida, obra y tiempo. Interforum Protec S.C.R.L., Lima.

SÁNCHEZ-CONCHA, R. (2003) Santos y Santidad en el Perú Virreinal. Vida y Espiritualidad, Lima.

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