SEGUNDA TEMPORADA


PRIMER CAPÍTULO


José Abelardo Quiñones, el 2 de julio de 1941.
- El pedestal de héroe de la aviación militar se encuentra vacío.
- ¡Presente mi comandante!

Hola te saluda Luis Enrique Cam.

José Abelardo Quiñones nació el 22 de abril de 1914 en Pimentel. Por aquel entonces, el puerto chiclayano, contaba con unos cuatro mil quinientos habitantes. José o Pepe, como lo llamaban familiarmente, era el menor de tres hermanos. Inició sus estudios en el tradicional Colegio San José de Chiclayo, continuando luego en Lima en los colegios La Recoleta y Nuestra Señora de Guadalupe. Intelectualmente inquieto, intuitivo e impetuoso en lo que se proponía, fue un apasionado deportista.

Pepe: - Saca retador.

Manuel: - ¡Buena Pepe! Prepárate para perder hoy.

Pepe: - ¡Esa es la actitud Manuel! Perder todo menos el honor.

Manuel: - Uno, cero. Gana la casa… Y ¿por qué esa sonrisa de oreja a oreja Pepe? Como si hubieras ganado la lotería de Lima y Callao.

Pepe: - Más que eso. Resulta que después de varias horas de conversación y negociación… mi padre aceptó finalmente firmar la carta de autorización para postular al cuerpo aeronáutico. Empates Uno.

Manuel: - ¡Fantástico! ¿Cómo lo convenciste? Él quería que fueras abogado. Un juez de paz.

Pepe: - Le dije que él me decía con frecuencia que yo paraba en la luna. Pues, si me convertía en aviador, podía estar más cerca de ella.

Manuel: Ventaja mía. Pues, qué bueno Pepe, me alegro mucho por ti. Serás un gran aviador. Dicen que cuando estás en el cielo ya no quieres volver a la tierra.

Pepe: Bueno, no cantemos victoria tan pronto. Tengo que prepararme para las diversas pruebas: conocimientos, psicotécnicas, de cultura general…

Manuel: Por supuesto…y si no me ganas hoy, reprobarás el de aptitud física….

Pepe: Empates dos.

Quiñones tenía condiciones innatas para el vuelo. Siendo cadete de primer año marcó un récord no igualado.

Instructor: - Verifica altitud y velocidad.

Quiñones: - 400 pies sobre el terreno, velocidad, dentro de parámetros.

Instructor: - Sigamos. Te has colgado sobre la izquierda.

Quiñones: He corregido mi comandante.

Instructor: - Muy bien. Viraje a la derecha, manteniendo potencia.

Quiñones: - Viraje a la derecha, mi comandante, potencia sostenida.

Instructor: - Verificar rumbo.

Quiñones: Rumbo normal

Instructor: - Temperatura de cilindros.

Quiñones: - Temperatura de cilindros, OK.

Con apenas cinco horas con 40 minutos de instrucción de vuelo en un avión Morane Saulnier, Quiñones logró volar sin la compañía de un instructor. Este hecho marcó el inicio de su corta pero extraordinaria carrera de aviador militar.

El 21 de enero de 1939, después de cuatro años de formación, el cadete José Quiñones se graduó de alférez del cuerpo aeronáutico del Perú. El joven chiclayano ocupó el primer lugar de su promoción en la especialidad de piloto de caza con 294 horas de vuelo y 580 aterrizajes en variados aviones e hidroaviones como Caproni, Curtiss Hawk F-11, Vought Corsair y Fairey Sea Gordon. Por su extraordinario desempeño se le otorgó el preciado premio “Ala de Oro” que lo calificaba como un piloto excepcional.

En la base aérea Las Palmas tuvo lugar la ceremonia de clausura.

Presentador: - Damas y caballeros la escuadrilla de nuevos alféreces saluda al estrado de honor presidido por el señor presidente Gral. Oscar R. Benavides. Para finalizar con los actos protocolares, el alférez Quiñones Gonzales José, nos deleitará con una demostración de alta acrobacia en un avión Caproni CA-113.

Pueden apreciar este avión biplano, monomotor, de fabricación italiana elevarse a 500 pies. Ahora inicia el descenso en caída casi vertical, endereza las alas, se aproxima en posición invertida a solo 3 metros del suelo…. de forma magistral realiza la maniobra el alférez José Quiñones.

Espectador: - ¡Este muchacho tiene los nervios de acero!

Presentador: - Ahora, el alférez Quiñones regresa a repetir la acrobacia de vuelo. Desciende la máquina en picado, un looping invertido a tan solo un metro del piso. Escalofriante demostración de pericia y dominio de la máquina del novel piloto.

Cuando Quiñones aterrizó el público eufórico se acercó para cargarlo en hombros.

Espectadora: ¡Hijo que gran futuro tienes!

Esta espectacular maniobra realizada por Quiñones, fue filmada y fotografiada por algunos de los impresionados asistentes.

Instructor: - ¿Listos para el salto?

Paracaidistas: - ¡Listos!

Instructor: 1, 2, 3, 4, 5, 6…

Después de intensos entrenamientos en paracaídas, Quiñones se incorporó a la primera Unidad de Paracaidistas del Cuerpo Aeronáutico en Chiclayo. En esta ciudad, participó del primer salto masivo desde aviones de transporte el 23 de septiembre de 1940, aniversario de la hazaña del cruce de los Alpes, por Jorge Chávez Dartnell en 1910. Esta exhibición constituyó la primera demostración de lanzamiento masivo que se efectuó en Latinoamérica.

Los méritos alcanzados por el joven aviador de 27 años le permitieron ocupar el primer puesto en el proceso de asensos, recibiendo el Despacho de teniente de Aeronáutica el 28 de enero de 1941.

A principios de julio del mismo año, vuelos de reconocimiento peruanos detectaron nutridas concentraciones de tropas ecuatorianas hacia el frente de Zarumilla. Por esos días de tensión en la frontera, tuvo lugar una cena que ofreció el jefe de la base aérea de Las Palmas a los familiares de los pilotos, oficiales y demás miembros del Cuerpo Aeronáutico que se preparaban para partir hacia el norte. En el discurso de orden, el comandante César Álvarez Guerra dijo:

Comandante: - “El pedestal de la aviación civil se encuentra ocupado por Jorge Chávez, no así el pedestal de la aviación militar, que se encuentra vacío”

Al escuchar esto, José Quiñones se levantó de su asiento y con voz enérgica dijo:

Quiñones: - “¡Presente mi comandante!”

General: - Muy bien Quiñones. Será el destino quien decida.

La noche del 22 al 23 de julio de 1941, se produjo un simultáneo ataque ecuatoriano en varios puntos de la frontera: Lechugal, Aguas verdes y Pocitos.

El comandante Álvarez Guerra realizó un vuelo de reconocimiento a lo largo de la frontera de Zarumilla, escoltado por una patrulla de aviones de caza Caproni CA-114.

Comandante: - Fuerte concentración de artillería antiaérea enemiga en la zonas de Chacras y Quebrada Seca.

Oficial: - ¡Atención!

Comandante: - Descanso señores. Después de los ataques del día de ayer a nuestros puestos de vigilancia, estas son las instrucciones. La escuadrilla 41 se dirigirá a la zona de Quebrada Seca. Irán Alberti, Paraud, Quiñones y Rivera. Los tanques de combustible se cargarán al máximo de su capacidad, las dos ametralladoras con el pleno de munición y no llevarán la radio para evitar el peso del aparato. En el porta-bomba de cada avión llevarán dos de demolición de 52 kilos y seis de fragmentación de 13 kilos. El objetivo, destruir el nido de ametralladoras enemigas. Para este día nos hemos preparado señores ¿Comprendido?

Pilotos: - ¡Comprendido mi comandante!

Comandante: - ¡Prepárense para despegar!

Alberti: - ¡A sus aviones!... a cumplir la misión asignada”

Quiñones: - “¡Muchachos, a silenciar la artillería ecuatoriana!”.

Quiñones: - ¿Cómo está el pantera Sub oficial Raffo?

Raffo: Su “Pantera” está en óptimas condiciones mi teniente. Listo para surcar los aires. Combustible para 4 horas de vuelo. Todas las bombas con sus respectivas espoletas.

Quiñones: “Cuando estoy allá arriba en las alturas, tengo dos motivos para sentirme firme y seguro de lo que hago…la mano de Dios y tus manos amigo.”

Raffo: - “Agradezco sus palabras mi teniente, el tiempo y el destino nos ha marcado para encontrarnos en esta etapa de nuestras vidas y créame que me siento muy contento de conocerlo y que Ud. me considere su amigo”.

Quiñones: - “Agradezco a Dios por habernos encontrado en el camino…gracias Raffo, gracias. Nos vemos pronto.”

Estando a 2 000 metros de altura, con buenas condiciones climáticas y próximos a Quebrada Seca, en territorio ecuatoriano, el guía de la formación ordenó, con una señal visual, armar las ametralladoras y bombas, para estar en condiciones de dar comienzo al ataque.

Divisado el objetivo, el avión guía del teniente Alberti, inició la rotura de la formación. El fuego antiaéreo de las baterías ecuatorianas se hizo presente, pero los aviones NA-50 continuaron su descenso hasta la altura de 800 metros para soltar sus bombas. Mientras eso ocurría, el avión al mando del teniente José Quiñones efectuó un viraje descendente a la izquierda colocando la línea de mira en el blanco seleccionado.

Las estructuras metálicas de los aviones recibieron impactos de la metralla antiaérea ecuatoriana, pero sin dañar sus partes vitales. El alférez Manuel Rivera ingresó en carrera de ataque dejando tres segundos después del avión de Quiñones, al que lo veía descendiendo enfilado hacia el objetivo a batir.

El fuego antiaéreo se hizo más intenso, pero ambos aviones continuaron su decidido descenso en misión de ataque. De pronto un destello se produjo en uno de los aviones, el humo y el fuego brotaron del avión de Quiñones, señal balas ecuatorianas lo habían alcanzado.

La mirada de sus compañeros quedó fijada en el avión que se incendiaba. La idea que se hizo presente en cada uno de ellos fue que Quiñones haría pronto uso del paracaídas. Más este pensamiento desapareció rápidamente, porque apreciaron que el “Pantera”, herido de gravedad y envuelto en llamas, cobraba vida, gracias a la decisión de su piloto, quizás herido, quien en un acto de supremo sacrificio y demostrando gran coraje, restableció su nave para enrumbarlo hacia el reducto enemigo, hasta impactar en él.

Era las 8:15 de la mañana del miércoles 23 de julio de 1941.

El lema instituido en el Escuadrón XXI de Caza al que pertenecía la escuadrilla de Quiñones se había hecho realidad: “Derribado, pero sobre el objetivo”. Uno de sus integrantes había hecho honor a él y su espíritu volaba a la eternidad.

Fuente: “José Abelardo Quiñones - Alas de Gloria” de Óscar Gregorio Gagliardi Kindlimann. Universidad Alas Peruanas, 2014.

Caracterizaciones:

Cristóbal Paz
Oswaldo Álvarez del Carpio

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