SEGUNDA TEMPORADA


CUARTO CAPÍTULO


Francisco Bolognesi, el 5 de junio de 1880.
“Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho.”

Hola. Te saluda Luis Enrique Cam

Francisco Bolognesi Cervantes es uno de los máximos héroes del Perú. Su figura, es un símbolo que refuerza la identidad del país como nación. Su ejemplo de honestidad, valor y sacrificio no se limita al campo militar, sino que trasciende a todas las actividades de la vida social como un referente de inspiración en el fiel cumplimiento del deber.

En el cenit de su trayectoria militar, el coronel Bolognesi enfrenta la situación más dramática de su vida. Al mando de una reducida guarnición de 1400 hombres en Arica, se encuentra asediado por el ejército chileno, seis veces superior en tropas y armamento, que había logrado una gran victoria sobre el ejército peruano-boliviano en la cruenta batalla del Alto de la Alianza el 26 de mayo de 1880.

La Torre: - Mi coronel acaba de llegar un soldado disperso de Tacna. Trae muy malas noticias

Bolognesi: - Que pase.

La Torre: - Que pase el soldado.

Flores: - Soldado Matías Flores mi coronel.

Bolognesi: - Tome asiento soldado. Lo escucho. Comandante, tráigale un vaso con agua.

La Torre: - Sí, mi coronel.

Flores: - Mi coronel. Las tropas bolivianas y las nuestras nos tuvimos que replegar. El comienzo de la batalla nos fue favorable, los hicimos retroceder, pero la falta de municiones y tropas de reserva no nos permitieron sostener el combate. Nuestros cañones eran de corto alcance por lo que no pudimos contrarrestar a los suyos.

Bolognesi: - Cuantas bajas.

Flores: - Calculo que el tercio de las tropas mi coronel, entre muertos y heridos. No sabría decir con exactitud.

Bolognesi: - ¿Dónde está el resto del ejército? Si había repliegue, Arica era el destino. Ese era el plan.

Flores: - La retirada fue desordenada mi coronel. Los dispersos iban hacia la cordillera. Los oficiales los trataban de reunir para que la retirada sea ordenada. Yo oía gritos que decían al este, a Pachía, a Tarata…

Bolognesi: - ¿Y usted?

Flores: - Yo opté por cruzar el desierto hasta aquí… sabía que este es nuestro último bastión en el sur para enfrentar al invasor. No sé si vengan más dispersos.

Bolognesi: - Bien. Puede retirarse soldado.

Flores: - Me retiro mi coronel.

Bolognesi: - Comandante La Torre. De inmediato envíe un telegrama al general Montero.

La Torre: - Sí mi coronel. Tomo nota.

Bolognesi: - General Montero. Aquí sucumbiremos todos antes de entregar Arica. Hágannos propios, comuníquenos órdenes y noticias del ejército y de los auxilios de Moquegua. Coronel Bolognesi.

A los pocos días, Arica se encontraba sitiada por mar y tierra. Los chilenos habían dispuesto un perfecto cerco con siete buques bloqueando el puerto y unos ocho mil hombres en las proximidades de la ciudad. Los cañones de campaña desde la cima de los cerros aledaños empezaron a reglar sus distancias.

Bolognesi esperaba refuerzos del ejército de Arequipa a cargo del coronel Segundo Leyva y de las tropas del general Lizardo Montero replegadas en Puno, pero no había noticias de uno ni de otro.

A las 6 de la mañana del 5 de junio se presentó en las líneas defensoras un parlamentario enviado por el general chileno Manuel Baquedano. Conforme a las leyes de la guerra el emisario fue llevado a conferenciar con los ojos vendados hasta la vivienda del coronel Bolognesi ubicada al pie del imponente Morro de Arica. La casa con vista al mar, pintada de azul, era también el cuartel general de la guarnición.

La Torre: - ¿Quién se aproxima?

Oficial: - Es el comandante Ramón Zavala mi comandante. Viene con un parlamentario chileno.

La Torre: - Pueden quitarle la venda. Mi coronel Bolognesi, ha venido a parlamentar con usted el mayor de artillería José de la Cruz Salvo.

Salvo: - Buenos días, coronel Bolognesi.

Bolognesi: - Buenos días mayor. Pase usted. Tome asiento por favor. Lo escucho.

Salvo: - Señor, el general en jefe del ejército chileno, deseoso de evitar un derramamiento inútil de sangre, después de haber vencido en Tacna al grueso del ejército aliado, me envía a proponerle una capitulación honrosa de la plaza, cuyos recursos en hombres, víveres y municiones conocemos.

Bolognesi: - Mayor Salvo, tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho.

Salvo: - Entonces mi misión está cumplida.

Bolognesi: - Lo que le he dicho es mi opinión personal, debo consultar a los jefes y a las dos de la tarde mandaré mi respuesta al cuartel general chileno.

Salvo: - No señor comandante general. Esa demora no está prevista porque en la situación en que respectivamente nos hallamos, una hora puede decidir la suerte de la plaza, me retiro.

Bolognesi: - Dígnese usted aguardar un instante. Voy a hacer la consulta aquí mismo en presencia de usted.

La Torre: - Sí, mi coronel.

Bolognesi: - Comandante, convoque inmediatamente a junta de guerra.

La Torre: - Comprendido mi coronel.

Oficial: - Buenos días mi coronel.
Oficial 1: - Mi coronel.
Oficial 2: - Buenos días mi coronel.

Bolognesi: - Señores, el mayor Salvo trae la propuesta del general chileno Baquedano a que rindamos la plaza. Yo le he contestado que Arica no se rinde que tengo deberes sagrados que cumplir, pero quería conocer cuál es la opinión de ustedes.

Oficial: - Esa es también mi opinión.
Oficial 1: - Esa es también mi opinión.
Oficial 2: - La mía también.
Oficial 3: - La mía también.

Bolognesi: - Ya escucho entonces mayor Salvo. Podéis decir al general Baquedano que me siento orgulloso de mis jefes y dispuesto a quemar el último cartucho en defensa de la plaza.

Salvo: - Señores, mi misión está cumplida, lo siento mucho. Hasta luego.

Ni bien regresó el mayor Salvo a su batería de campaña empezó el bombardeo por mar y tierra como un último intento de intimidar a los defensores peruanos. Pero el juramento estaba dado defender el honor nacional hasta quemar el último cartucho.

Bolognesi envío más de ocho telegramas y mensajeros pidiendo instrucciones y auxilios al coronel Leyva y al general Montero, pero no obtuvo respuesta.

A los dos días, en el nublado amanecer del 7 de junio, la plaza de Arica fue asaltada por la infantería chilena con una fuerza cuatro veces superior a la de sus defensores.

Centinela: - Hey. Mira. Movimientos por el este. ¡Enemigo a la vista! ¡Fuego! ¡Fuego!

Palmo a palmo, cuerpo a cuerpo, fueron defendidas todas las posiciones. A falta de municiones la lucha fue con bayonetas, sables y espadas. A pecho descubierto sin más escudo que su noble corazón los parapetos peruanos eran arrollados por la superioridad de los invasores.

El último reducto fue la cima del morro, donde el coronel Bolognesi junto a sus jefes: More, Ugarte, Zavala y tantos otros bravos guerreros, empapaban con su sangre el duro suelo de granito.

El juramento dado por Bolognesi y por el último de sus soldados se cumplió porque la bandera peruana que flameaba en el morro no fue arriada por sus defensores.

Francisco Bolognesi tenía 63 años cuando rechazó, secundado por sus oficiales, la intimación a rendir la plaza que le fue encomendada. Su gloriosa respuesta y heroico sacrificio ha quedado impreso en el corazón de todos los peruanos como ejemplo de noble lealtad en defensa de la patria.

Soy Luis Enrique Cam y esto fue DICHO EN EL PERÚ, escucha otros episodios en www.dichoenelperu.pe o síguenos en nuestros canales de Youtube o Spotify.

"Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho".

Caracterizaciones:

Juan Carlos Oganes

Cristóbal Paz

Oswaldo Álvarez

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