PRIMERA TEMPORADA


SEGUNDO CAPÍTULO


Francisco Pizarro, en septiembre de 1527.
“Al Norte queda Panamá, que es deshonra y pobreza; al Sur, una tierra por descubrir que promete honra y riqueza.”

Hola, te saluda Luis Enrique Cam.

Francisco Pizarro, capitán español, natural de Trujillo de Extremadura, había logrado reunir, con sus socios Diego de Almagro y Hernando de Luque, una expedición de más de 100 hombres, con la promesa de encontrar un legendario y misterioso país, construido de oro que haría de cada uno de ellos, hombres ricos y famosos.

- “Tened cuidado con esas cajas mozuelo. No querrás que nos quedemos sin alimentos.”

Para esta empresa, del que Pizarro sería el jefe, consiguieron un navío al que pusieron por nombre “Santiago”.

Pizarro: - “Rumbo al Mar del Sur. Soltad las amarras y desplegad las velas”.

Marinero: - “Rumbo al Mar del Sur. Soltad las amarras y desplegad las velas”.

Sin embargo, los codiciosos soldados, que se habían aventurado jubilosos en el viaje, después de meses de calamitosa travesía y afligidos por el hambre se mostraban ahora desilusionados y rebeldes.

Soldado 1: - ¡Maldita sea la hora en que nos embarcamos hacia este infierno!

Soldado 2: - ¡Callad bellaco! que si no fuera por vos yo estaría ahora disfrutando de vino y carne guisada en Castilla del Oro. Quien me mandó a hacerte caso granuja.

Soldado 3: - ¡Conquistaremos un gran reino! ¡bah! Un reino de insectos, de víboras, de indios salvajes.

Los soldados, desesperados por la falta de provisiones, murmuraban contra el capitán trujillano, pero no se atrevían a contradecirlo y le obedecían a regañadientes por su fama de bravo guerrero.

Pizarro: - “Oiga Almagro. Ningún cobarde evitará que prosigamos con la expedición.”

Almagro: - “Capitán Pizarro. Pienso que aquí pronto habrá sedición. Son más de dos años de inclemencias. Los nativos nos atacan al menor descuido. Ya han muerto más de treinta hombres y el resto de la tropa está en harapos, enflaquecida y hambrienta. El peligro de un motín es inminente.”

Pizarro: - “Bien Almagro, parece que será prudente que toméis el navío rumbo a Panamá. Convenced al gobernador, Pedro de los Ríos, que es necesario que nos envíe más hombres y vituallas. Decidle que todo esfuerzo sea para la gloria del Emperador, don Carlos de España.”

Almagro: - “De acuerdo ¿Quiénes me acompañarán?”

Pizarro: - “Id solo con el piloto Bartolomé Ruíz y el mínimo de hombres necesarios. Porque mientras yo viva, nadie más regresará a Panamá.”

Para evitar posibles motines y fugas, Pizarro se quedó con los hombres restantes, unos 80 soldados, en la isla del Gallo. Las quejas no se hicieron esperar.

Soldado 4: “¡ahhh! de tanto calor que hace aquí, el capitán está delirando…”

Soldado 5: - “No le basta que hayan muerto tantos compañeros. Nos quiere sacrificar a todos.”

Antes que partiera Almagro, los quejosos soldados, se dieron maña para enviar un mensaje oculto, en un ovillo de algodón, al gobernador de Panamá.

Soldado 6: - “¡Viejo! Tú sabes escribir. Rápido. Escribe una nota. Antes que zarpe el navío.”

Soldado 7: - A ver si esto nos salva:

“Al Señor Gobernador,

miradlo bien por entero,

allá va el recogedor

y acá queda el carnicero.”

Después de varios meses de tensa espera en la Isla del Gallo (actual Colombia), se vieron dos blancas velas en el horizonte.

Soldado 8: - “¡¡Nave a la vista!! ¡Nave a la vista!”

Pizarro pensó al inicio que venían los refuerzos de Almagro, pero la algarabía de la tropa le hizo entender que la traición se había consumado.

Soldados: - “¡Hurra! ¡Hurra! ¡Gracias Dios! ¡Gracias apóstol Santiago! ¡Fuimos escuchados!”

Un bote llegó a la playa con el capitán de la nave, don Juan Tafur.

Juan Tafur: - “Capitán Pizarro: Esta expedición ha tenido un alto costo en vidas y dinero. Aceptad vuestro fracaso. Tengo la orden de llevarme a todos de vuelta a Panamá.”

Pizarro, entristecido por el anuncio que acababa de escuchar, sacó un último aliento para aquellos escuálidos hombres que más parecían espectros. Pizarro, no dejaría pasar tan fácilmente la oportunidad de descubrir aquel país de ensueño. Mirándolos a los ojos, desenvainó su espada y con ella trazó una raya sobre la arena. Luego, con voz imponente les dijo:

Pizarro: Gentileshombres: “Al Norte queda Panamá, que es deshonra y pobreza; al Sur, una tierra por descubrir que promete honra y riqueza; el que sea buen castellano, que escoja lo mejor.”

Como absortos por el desafío, el grupo de pobres aventureros hizo un dramático silencio. Y estando más para morir que conseguir las riquezas que se les prometían, pasados unos instantes, algunos soldados secundaron la propuesta de Pizarro.

Soldados: “Yo prosigo”. “Yo prosigo…”

Solo Trece soldados cruzaron la raya…y fueron la esperanza de Pizarro de continuar con la expedición.

Juan Tafur: - “Bien. Que la Providencia los acompañe. Los demás tornamos a Panamá.”

Soldados: -“Vámonos de aquí.”

- “Suban a los botes…”

- “Al fin podré ver a mis hijos…”

En la primera capilla lateral de la Catedral de Lima reposan los restos de Francisco Pizarro. En dicho recinto, se aprecia un mosaico con la lista de los compañeros que cruzaron la raya para conquistar el Perú, los llamados Trece de la Fama de la Isla del Gallo. Los nombres que hicieron historia son:

Cristóbal de Peralta

Nicolás de Rivera

Domingo de Soraluce

Francisco de Cuellar

Pedro de Candia

Alonso de Molina

Pedro de Alcón

García de Jarén

Antonio de Carrión

Alonso Briceño

Martín de Paz

Juan de la Torre

y Francisco Rodríguez.

Francisco Pizarro tuvo la fortuna de encontrar un reino dividido. Huáscar y Atahualpa se enfrentaban en una sangrienta y cruel guerra fratricida. Esto explica cómo solo un puñado de hombres iniciaron la conquista del vasto imperio incaico.

FUENTE: “Francisco Pizarro. El marqués gobernador”. José Antonio del Busto D. Cuarta Edición, 1993. Editorial Brasa S.A. Lima.

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