PRIMERA TEMPORADA
SÉPTIMO CAPÍTULO
Abraham Valdelomar, el jueves 19 de septiembre de 1919.
“Solo y triste, con la tristeza amarga de quien sabe que va a morir solo.”
Hola te saluda Luis Enrique Cam.
El notable escritor Abraham Valdelomar perteneció a una estirpe de antiguo abolengo virreinal, sin embargo, tuvo una niñez muy pobre en el puerto de San Andrés de los Pescadores de Pisco.
Valdelomar recordaría de sus años de infancia a su padre callado y a su madre triste por no poder darles a sus 8 hijos, una vida mejor:
Mamá: – Niños, ya es hora de dormir. Apaguen las velas.
Hermano mayor: - Ya escuchaste Abraham, baja de tu caballo de madera y sube a la cama a dormir.
Abraham: - Para dormir…
Mamá: - Muy bien, niño obediente vale por dos. Ángel de mi guarda dulce compañía no me dejes solo que me perdería.
Hermano mayor: - Mamá, ¿qué iremos a desayunar mañana?
Mamá: - Ya duérmete hijo, Dios proveerá.
Valdelomar: - “Yo conocía en las noches, acostado sobre el pecho de mi madre, cuando al día siguiente no iba a haber pan. El dolor sutiliza la inteligencia.
Algunas noches, mi madre, ya acostada, se incorporaba en el lecho y empezaba a sollozar tristemente, terrible y desconsoladoramente, pero muy bajito para que mis hermanos no la oyeran, cuando creía ella que yo estaba dormido.
Como yo dormía en su lecho, despertaba sobresaltado y la acompañaba a llorar sin que ella se diera cuenta. Al principio yo lloraba sin saber por qué. Después aprendí a saber que cuando mi madre lloraba toda la noche, al día siguiente no tendríamos nada de comer...”
El joven Valdelomar viajó a Lima a iniciar sus estudios secundarios en el antiguo colegio Guadalupe e ingresó luego a la Facultad de Letras en la universidad de San Marcos.
Bohemio literario, incursionó como dibujante en célebres revistas, como “Aplausos y silbidos”, Actualidades y “Monos y Monadas”.
Cuando surgió el peligro de guerra con el Ecuador en 1910, se enroló en el batallón universitario.
Amigo: - Mira el tablón de anuncios Abraham, ya salió el llamamiento para incorporarse al Ejército.
Valdelomar: - Es lo que he esperado toda mi vida. ¿Dónde encontrar más emociones que en el frente de guerra?
Amigo: - Vamos a enlistarnos hoy mismo. Las mujeres aman a los uniformados. Ahí viene el tranvía. Subamos de gorreros. ¡Corre combatiente!
Sargento: – ¡Atención! Los señoritos universitarios hagan columna aquí. Nombre completo.
Valdelomar: - Pedro Abraham Valdelomar Pinto
Sargento: - Edad
Valdelomar: - 21 años
Sargento: - ¿Qué estudia?
Valdelomar: - Letras
Sargento: - ¿Y para estudiar las letras se ingresa a la universidad?
Valdelomar: - Literatura, señor.
Sargento: - ¡Ah! Muy bien. Sabe leer entonces. Bien. Lea las letras de la lámina de arriba abajo.
Valdelomar: - E, F , P, L, U. ¿S?
Sargento: - Suficiente… corto de vista. Vaya a la izquierda. Siguiente.
Valdelomar no fue destacado a la frontera, tuvo que conformarse con los monótonos entrenamientos de milicias en el Fuerte de Chorrillos.
Sargento: - Para planchas un dos.
Pelotón: - tres cuatro.
Sargento: - a mi voz, 40 planchas… arriba, abajo
Pelotón: - Uno
Sargento: - Arriba, abajo.
Pelotón: - dos.
Su espíritu apasionado lo llevó a tener fervor por la cuestión política. Apoyó la candidatura de Guillermo Billinghurst para la presidencia en 1912.
Valdelomar: – VOTEN por Billinghurst. Fue un valiente defensor de la Patria contra el invasor del sur. Él representa la prosperidad del obrero y pueblo peruano. Nuestro opositor solo migajas.
Cuando BILLINGHURST ganó la presidencia lo nombró director del diario El Peruano. Luego fue destinado como diplomático en Roma.
En la Ciudad Eterna surgirán los recuerdos de su infancia en Pisco, y escribirá la célebre historia del amado gallo peleador:
Valdelomar: - “Así entró en nuestra casa este amigo íntimo de nuestra infancia ya pasada, a quien acaeciera historia digna de relato; cuya memoria perdura aún en nuestro hogar como sombra alada y triste: el Caballero Carmelo.”
Con la caída del gobierno de Billinghurst por el golpe de Estado del general Benavides, Valdelomar regresó al Perú en 1914. Año del inicio de la Primera Guerra Mundial.
En su regreso a Pisco en 1916, sensible al conflicto europeo, el joven iqueño escribió:
Valdelomar: - “Como el de la Virgen que está en el altar de la capilla atravesado por siete espadas, llorando lágrimas de sangre, así está hoy mi corazón, compañeros, por los dolores del mundo.”
Ese mismo año fundó la revista literaria “Colónida” que promovió a nuevos escritores y artistas que rompieron los esquemas academicistas de su época.
Valdelomar fue un gran orador. Con un innato poder de encantar al público que atiborraba los auditorios para escucharlo declamar:
Valdelomar: - “El corazón me lleva por el viejo granero
y encuentro en los despojos, viejo, decapitado,
el caballo de pino del que fui caballero”.
Colaboró en el diario “La Prensa” en el que se hizo famoso por su pluma ágil, ocurrente y mordaz. Como corresponsal del diario en el congreso tuvo que informar sobre los prolongados y aburridos debates parlamentarios que invitaban a los presentes a “cabecear”. Sobre el anestesiante discurso del diputado Alberto Secada reportó:
“Cabeceaba desde su banco, con rostro apimentado, el señor Ráez. Cabeceaba, resignado, el señor Aramburú. Cabeceaba con su nariz de fauno, el señor Luna Iglesias. Cabeceaban los periodistas. Cabeceaba la Cámara. Cabeceaba el mundo, el espacio, el tiempo, la luz eléctrica. No cabeceaba el propio señor Secada porque su señoría, cuando habla, pierde la cabeza.”
Su pretencioso seudónimo “El Conde de Lemos” y algunas frases arrogantes atribuidas a él no nos deben de llevar a una injusta conclusión sobre su personalidad.
Valdelomar sentía una sincera preocupación por la situación de la clase trabajadora. El último año de su vida lo dedicó a conocer el Perú para tener encuentros con obreros y artesanos. Lamentablemente, el ambiente bohemio en que también se movía predispuso su tendencia al consumo de drogas.
Sensible a la crítica que recibía de los académicos burgueses, tal vez por su origen humilde y provinciano, escribió a su amigo Alberto Hidalgo en 1917:
- “Yo me siento morir entre esta horda vana;
mi talento es para ellos como una flor malsana.
Los que ahora me condenan, me aplaudirán mañana.”
En Angustia II, soneto fechado el jueves 19 de septiembre de 1919 anticipó su próxima muerte:
- “solo y triste, con la tristeza amarga de quien sabe que va a morir solo”.
Esto ocurrió en poco más de un mes, en Ayacucho, cuando cayó accidentalmente desde unas escaleras. Después de dos días de agonía, Abraham Valdelomar murió cuando solo tenía 31 años.
Sus restos fueron trasladados a Lima para recibir sepultura en el cementerio Presbítero Maestro.
Abraham Valdelomar no se definió a sí mismo como poeta o escritor, sino como artista. El ser artista lo hacía sentirse un ser humano especial, sensible, capaz de encontrar la plenitud en la belleza del mundo.
“Solo y triste, con la tristeza amarga de quien sabe que va a morir solo”